Carlos Fuentes, más allá del boom

Publicado en por vivienblog

El escritor mejicano será galardonado este sábado con el Premio Formentor de las Letras en reconocimiento al conjunto de su extensa obra literaria.

 

El boom es mera ilusión. Aunque para cualquier lector asiduo esta parece una sentencia inconcebible, y para los latinoamericanos quizá un golpe al corazón, para Carlos Fuentes es una verdad.

 

Su importancia en aquellos años de explosión literaria, en los que las letras latinoamericanas despertaron al mundo, convierten a Fuentes en autoridad para aventurar semejante sentencia.

 

El boom latinoamericano que tuvo su arco en Borges y que pasó por el surrealismo de Julio Cortázar hasta consolidarse con el realismo mágico del Nobel Gabriel García Márquez, ha dejado ya de ser un fantasma para los escritores jóvenes del sur de América.

 

Si antes los autores latinoamericanos trataron, inútilmente, de imitar las fórmulas del movimiento y, después, en un intento de aniquilar a un fantasma, decidieron hacer uso de una literatura más real y cruda, hoy el boom ha dejado de ser un referente tanto para la copia como para la negación.

 

Las letras, como las generaciones, han dejado atrás los preceptos y se presentan como una especie de fusión en donde importa más el sello personal que pertenecer a una generación literaria.

 

Se aniquiló al fantasma pero su penumbra sigue ahí. Por eso, resulta lógico que autores como Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa sean referencia absoluta en el panorama literario de hoy.

 

Este sábado Carlos Fuentes será galardonado con el Premio Formentor de las Letras en reconocimiento al conjunto de su extensa obra literaria. Este es un premio de 50.000 euros, con el que se retoma una cita de la literatura exigente. Entre los anteriores galardonados con el premio se encuentran, entre otros, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Juan García Hortelano, Jorge Semprún, Saul Bellow y Witold Gombrovicz.

 

Más allá del boom
Fuentes es uno de los gestores del movimiento y a la vez, uno de sus más acérrimos desmitificadores. No porque no crea propiamente en que su existencia marcó una ruptura, sino porque lo entiende como una fortuita coincidencia generacional.

 

Para el autor mejicano ese particular momento literario no es otra cosa que la coincidencia de una generación excéntrica. “El llamado boom, en realidad, es el resultado de una literatura que tiene por lo menos cuatro siglos de existencia y que sintió una urgencia definitiva en un momento de nuestra historia de actualizar y darle orden a muchas lecciones del pasado. Es una generación que no es una generación”, sentenciaba en una entrevista.

 

El rasgo común entre los escritores de ese momento es que en novelas como 'El siglo de las luces', 'Cien años de soledad', o 'Coronación' está el intento de darle existencia al pasado para, en cierto modo, cancelar lo muerto y seguir caminando con lo vivo. Una preocupación particular de la obra de Carlos Fuentes, aprender del pasado para no repetirlo en la historia doliente de América Latina.

 

Ese devenir del pasado en el presente, a manera de enseñanza, ha sido el gran karma de una Latinoamérica que hasta ahora empieza a ver una luz de poderío intelectual y económico, pero que encuentra sus límites en un pasado enfermo.

 

Si se trata de escribir el pasado para intentar sobrescribir el presente y futuro, el caso mejicano, el de Carlos Fuentes, sí que es toda una paradoja. Méjico que conoció el esplendor en la década del cincuenta, hoy se debate ante el resurgimiento de sus peores fantasmas.

 

"Mi nombre es Ixca Cienfuegos. Nací y vivo en México D.F. Esto no es grave. En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta, esta sangre que me punza como filo de maguey. Afrenta, mi parálisis desenfrenada que todas las auroras tiñen de coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia mañana…”, escribió Carlos Fuentes en 'La región más transparente'.

 

La literatura de Carlos Fuentes es la búsqueda de una identidad latinoamericana fragmentada. Sus obras pueden leerse a través de una inteligencia atenta al presente y sus inquietudes, el profundo conocimiento de la psicología del mejicano y una cultura de alcance universal que hacen de su obra un punto de referencia indispensable para el entendimiento de su país.

 

El multicultural mejicano
La obsesión por el conocimiento de las entrañas del mejicano surgió en Carlos Fuentes, tal vez, como una necesidad de reconocerse a sí mismo. Su padre era diplomático y ofreció a su familia la oportunidad de vivir en ciudades como Panamá, Washington, Santiago de Chile o Buenos Aires. Esos lugares perfilaron ese cosmopolitismo dominante de su personalidad.

 

Méjico era en su juventud una mera referencia lejana, distante, conocida tan sólo a través de lecturas o de episódicos contactos veraniegos. Su acercamiento a América Latina tiene ese plus de hombre extranjero y observador crítico.

En sus primeros escritos, Fuentes abogó por una Latinoamérica sufrida. Desde la conquista española hasta lo que sería una especie de segunda colonia con el dominio estadounidense, siempre bajo el ala del sometimiento.

 

Desde esta perspectiva, Fuentes sentenciaba que América estaba plagada de "Heredias". Un panorama de contradicciones representadas en la lucha entre hermanos. El estigma de Caín y Abel que amenaza a las sociedades latinoamericanas. En los años 70 y 80 nunca antes Carlos Fuentes vio materializados los problemas que denunció desde sus inicios.

 

La extraña fusión de jóvenes mejicanos de distintas clases sociales que luchan entre sí, urgió a fuentes a abogar por el deseo de una integración, de una unión necesaria para encarar el futuro. Pero al final, parece ganar la ambigüedad, y las palabras de Fuentes resuenan lacónicamente: "Nadie recuerda la historia".

 

La sombra de EEUU
Además del olvido de la propia historia, Carlos fuentes observa otro problema en la identidad latinoamericana. La implantación de un dominio norteamericano que impone modas, gustos y hasta su idioma.

 

“Porque el problema no es Méjico contra el Pacto Andino o Méjico ante el Pacto Andino. El problema sigue siendo la América Latina frente a los Estados Unidos”, aseguraría en una entrevista.

 

El pragmatismo, una de las “conquistas” de las sociedades modernas, resultaba para Fuentes un germen proveniente de un desarrollo mal entendido.

 

“Tengo la impresión de que en los Estados Unidos no se le presta suficiente atención al estudio de la lengua, al conocimiento de la literatura como base para hacer cualquier cosa en el mundo. Un profesor alemán decía que los alemanes hacen buen jabón porque Kant escribió 'La crítica de la razón pura'”, recordaba el mejicano.

 

Fuentes afirma que pretender hacer de la literatura algo marginal resulta una mentira. La lengua, es para él, el medio de comunicación natural, el más rico, el más sensual, además, entre los hombres y las mujeres, y la base para pensar bien y actuar con inteligencia en el mundo.

 

En busca del sustrato mítico común
Pero el estructuralismo llegó y con él un cambio en la necesidad de identificar los signos de la identidad mejicana. Lévi-Strauss y su teoría antropológica estructuralista, en la que las diferentes culturas parecían tener signos comunes a través de estructuras elementales de comportamiento, influenció a Carlos Fuentes para pensar en la necesidad de incluir a la sociedad mejicana como parte de un problema global.

 

A partir de este momento, la narrativa de Fuentes tiende en buena medida a la búsqueda de ese "sustrato mítico común", tendencia que se prolongará hasta 1980. Como lo explicaba el propio autor: “Ha pasado el momento de plantarse delante de un espejo para preguntarse qué significa ser mejicano; ahora, el problema es ser hombre".

 

Méjico e Hispanoamérica, su cultura y su historia jalonada de utopías y frustraciones, su identidad multirracial y la incertidumbre de su destino se convierten en un todo llamado humanidad.

 

Los países hispanohablantes sólo hallarán un porvenir si asumen su pasado sin rechazos ni exclusiones.

Pero en su interior Fuentes sabe que ese será un porvenir insatisfactorio. Normal. La historia de América Latina ha dejado una lección de eternos retrocesos, un ir y venir constante. Pero como una paradoja, esos retrocesos serán la fuente de un progreso literario, por lo menos en el escritor mejicano: “Yo estoy insatisfecho siempre, totalmente, y para mí esto es fundamental, es un resorte para seguir escribiendo”.

 

Vivian Murcia G.

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